domingo, 20 de febrero de 2011

El niño y la mariposa



Mariposa,
Vagarosa
Rica en tinte y en donaire
¿qué haces tú de rosa en rosa?
¿de qué vives en el aire?
 
Yo, de flores
Y de olores,
Y de espumas de la fuente,
Y del sol resplandeciente
Que me viste de colores
 
¿Me regalas
tus dos alas?
¡son tan lindas! ¡te las pido!
deja que orne mi vestido
con la pompa de tus galas
 
Tú, niñito
tan bonito,
tú que tienes tanto traje,
¿Por qué quieres un ropaje
que me ha dado Dios bendito?
 
¿De qué alitas
necesitas
si no vuelas cual yo vuelo?
¿qué me resta bajo el cielo
si mi todo me lo quitas?

Días sin cuento
De contento
El Señor a ti me envía;
Mas mi vida es un solo día,
No me lo hagas de tormento
 
¿te divierte
dar la muerte
a una pobre mariposa?
¡ay¡ quizás sobre una rosa
Me hallarás muy pronto inerte.
 
Oyó el niño
Con cariño
Esta queja de amargura,
Y una gota de miel pura
Le ofreció con dulce guiño
 
Ella, ansiosa,
Vuela y posa
En su palma sonrosada,
Y allí mismo, ya saciada,
Y de gozo temblorosa,
Expiró la mariposa .
                        
                           
                                    Rafael Pombo

miércoles, 16 de febrero de 2011

Tú pierdes más

Al perderte yo a tí
tú y yo hemos perdido:
yo, porque tú eras
lo que yo más amaba
y tú, porque yo era
el que te amaba más.

Pero de nosotros dos
tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar
a otras como te amaba a tí
pero a tí no te amarán
como te amaba yo.

                                                                                      Ernesto Cardenal

lunes, 14 de febrero de 2011

Como las rosas


Se encienden las farolas entre las nubes rosáceas del atardecer. Su cálida luz recuerda al fuego del hogar. Una fuente se yergue como tocada por Midas entre oscuros laberintos de tuyas, al tiempo que el sol se funde con la tierra. Murmuran sus aguas una vieja historia que no habrá de repetirse. Los reyes oyen su relato indiferentes, mientras contemplan al gentío pasar. Uno solo escucha, y entiende la moraleja del cuento. Uno a cuyos pies se ajó una rosa, que algún funcionario retiraría sin contemplaciones, sin si quiera preguntarse quién la depositó allí y el porqué. Unas amantes manos, unos prendados ojos y una solemne promesa. Pero eso no importa ya. Esas personas ya no son las que eran. Y la rosa se marchitó, como tantas otras, violando el juramento que la arrancó de su tallo. Mientras tanto, el godo calla y piensa para sí: "Que lástima que las palabras sean como las rosas."

Paloma de Grandes V.