sábado, 24 de marzo de 2012

El baúl de los recuerdos

Ya lo dijo Jorge Manrique. A veces parece que cualquier tiempo pasado fue mejor. Esta misma idea la repitió Karina mientras fisgaba en su famoso baúl. Cuando te sientes perdido, cuando parece que todo lo que te rodea carece de sentido e incluso empiezas a creer que te estás volviendo un poco loco, tiendes a echar la vista atrás y piensas para tus adentros “Cuán feliz fui yo entonces. Quisiera retrasar las manillas del reloj y volver a aquel tiempo en el que todo parecía más sencillo. Más bonito.” A veces incluso vuelves a visitar antiguos lugares, a leer viejos cuadernos, a mirar descoloridas fotografías, a buscar a personas caducas. Te dejas llevar por aquellos gratos recuerdos esperando encontrar en esas cosas, en esas gentes aquello que sientes que has dejado por el camino. Es humano al fin y al cabo. Volver, volver como cantaba Gardel. Necesitas encontrar lo que crees que perdiste en algún momento del trayecto. Presa de la nostalgia buscas ansioso. Vuelves y revuelves entre los cajones de la memoria. Y al final te das cuenta de que todo aquello que añorabas se fue para no volver. Que esos lugares están vacíos, que esos escritos te resultan ajenos, que las personas cambian y que la imagen que tenías de ellas no eran sino un maniquí que el tiempo se ha encargado de vestir de gala. Es más sencillo que esperar. Las esperas son aburridas, desesperantes incluso. Pero como dijo Oscar Wilde “El único encanto del pasado consiste en que es el pasado” ya que como advirtió Quevedo “Cuando decimos que cualquier tiempo pasado fue mejor condenamos al porvenir sin conocerlo.” Lo nuevo asusta. Da miedo. Sin embargo si uno se detiene un momento  cae en la cuenta de que el pasado no es sino un prólogo. Un prólogo que da paso a una historia, que todavía está por escribir y de la cual nosotros somos autores y actores. Nuestras vidas no son sino lo que queremos que sean. Somos arquitectos de las mismas. Arquitectos, aparejadores y hasta peones de un edificio que no está coaccionado por restricciones administrativas sino tan solo por nuestros fantasmas y complejos y que puede llegar a ser todo lo alto que queramos. Sin embargo este futuro potencialmente glorioso no se construye por sí solo. Requiere del presente, el gran olvidado del trío, para ser pues sólo aquello que hagamos hoy podrá ser cimiento del coloso que vive en nuestra imaginación. No hay que huir del presente. Hay que vivirlo. Al fin y al cabo “Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo.”