lunes, 14 de noviembre de 2016

Manual de un "Snob" (Parte II)





Seguimos con nuestra pequeña guía de usos y costumbres en la mesa y de educación en general. Ese conjunto de pequeñas cosas que pueden parecer obvias pero que, a veces, no lo son tanto, y que pueden hacernos parecer un señor de la más alta alcurnia o un pelagatos de la más baja estofa, independientemente de nuestro apellido o del dinero que tengamos en la cuenta del banco. Puesto que se me han ido ocurriendo más cosas a medida que escribía, la entrada se dividirá en tres partes. ¡Vamos allá! 


12. Marisco y otras excepciones al uso de los cubiertos. Hay determinadas ocasiones en las que comer con las manos es no sólo aceptable sino correcto. Es el caso de la pizza, los sándwiches, los bocadillos (salvo que sean muy grandes), las hamburguesas, kebabs y demás comida rápida. Las alitas de pollo también son una excepción, al igual que el marisco que debe pelarse como las gambas, langostinos, cangrejo, centollo, nécoras, carabinero, cigala, almeja, percebe etc. PERO si queréis quedar bien, o simplemente no tenéis confianza suficiente con vuestros comensales, por lo que más queráis, no pidáis nada de eso en un restaurante, a menos que sepáis pelarlo o comerlo con cubierto -esto es ya es muy pro- sin que las cáscaras o los jugos salgan despedidos en la dirección del prójimo. Estas cosas o en familia, o entre amigos o cuando todo el mundo coma lo mismo y vaya a pringarse igual que nosotros, sino mejor no exponerse a ponerse perdido.


13. El "no me gusta". Esa frase tienes que extirparla de tu vocabulario. Una vez, cuando empecé la carrera y aún no conocía a mucha gente, hice una cena de sushi en casa. Me tiré cuatro horas hirviendo el arroz, cortando el pescado, haciendo los rollitos y cortándolos para que luego una de mis comensales me dijera que no le gustaba el pescado crudo. Le acabé sirviendo un huevo frito con arroz pero no volvió a pisar mi casa. ¿Radical? Quizás, pero si algo no te gusta hay varias opciones, según el grado de asco que te dé el ingrediente en cuestión y que no incluye la frase "No me gusta":


A) Dices que eres alérgico.


B) Lo apartas discretamente y te comes el resto.


C) Si es el plato lo que no te gusta, dices que no te encuentras bien o qué estás lleno.


D) Si sabes qué se va a servir de antemano y no te gusta, dices que no puedes ir a la cena/comida. Si realmente te apetece ir, di que tienes un compromiso antes pero que te pasas al café o al postre y todos contentos.


E) Realmente la opción más deseable: te callas y te lo comes demostrando que eres una persona respetuosa y educada y que, independientemente del plato en cuestión, valoras el esfuerzo que ha hecho la otra persona por ti.


Siempre puedes dejar caer en una conversación posterior que determinada cosa no es lo que más te gusta para que la otra persona lo tenga en cuenta cuando te invite. 


14. Tonto el último. Cuando se te invita a comer a una casa, uno espera a que el anfitrión se siente o nos pida que nos sentemos a la mesa. Lo mismo ocurre con empezar a comer. Uno no toca nada hasta que la persona que te invita no coge el cubierto a menos que él te inste a hacerlo y aún así, hay que esperar. Que por esperar dos minutos no te vas a morir. ¡No seas ansioso!


15. Los huevos no se cortan. Uno de los platos más ricos del mundo son, en mi opinión, unos buenos huevos fritos con patatas a lo pobre y pimiento asado. Sencillo pero sublime. Y digo huevos porque, como decía mi abuelo, "los huevos se toman a pares". Este manjar no se corta con cuchillo a menos que se trate de huevos rotos que deban "romperse" antes de servirse. Se parten con el tenedor y la yema se moja con el pan. 


16. Con la boca cerrada estás más guapo. Bueno, esto lo habrá oído todo el mundo, sobretodo en boca de sus madres, pero a algunos se les olvida. Cuando uno está masticando tiene que hacerlo con la boca cerrada. Es normal que durante la comida se hable, pero si se quiere decir algo y se tiene comida en la boca, una de dos: o se la traga y luego habla o se cubre la boca con la mano y habla. El otro no tiene porque ver lo que tenemos en la boca ni cómo va el proceso de digestión. Además, puede salir despedido algún trozo y que éste acabe en el ojo de la otra persona. Seguro que a más de uno esta tontería le ha costado una buena conjuntivitis. Comer puede ser un placer pero también un asunto peligroso.


17. Nuestro amigo el Silencio. No hay que hacer ruido para demostrar que nos gusta la comida. No hay que sorber la sopa ni la bebida. Ya habrá música de fondo en el restaurante. No hace falta que tú des un concierto, lo que me lleva a otra cuestión. Puedes tener un catarro espantoso, de esos que te dejan hecho puré. Eres humano al fin y al cabo. Una de sus consecuencias es la congestión nasal. Esto puede hacer que nos tengamos que sonar cada cinco minutos para no ahogarnos. Hasta aquí, todo bien. Pero, por favor, hacedlo con el menor ruido posible. Que no parezca que hay un elefante barritando en la sala, y mucho menos se os ocurra mirar lo que ha salido de vuestra nariz. Ya os digo yo que oro no es. Os sonáis discretamente, dobláis el pañuelo y os lo metéis en el bolsillo.


18. El paluego, pa’ luego. Cuando comemos es posible que se nos quede comida entre los dientes. Cosas que pasan. Ahora bien, si esto ocurre, hay dos opciones: Cuando uno pueda se lava los dientes o no se hace nada, a menos, claro, que uno tenga un trozo de espinaca o de perejil entre las paletas. En ese caso, uno se excusa, se va al cuarto de baño y se lo quita. Nada de quitarse el trozo de carne que se te ha quedado entre las muelas delante del otro. Ni con la servilleta, ni con el dedo ni con un palillo. Por mucho que se llamen “mondadientes”, ¡los palillos no son para eso! 


19. No rebañar el plato. Si estáis en familia o con amigos de confianza podéis hacer barquitos de pan con la salsa pero en un restaurante o con gente desconocida, no. La comida puede haber sido una delicia digna de los dioses del Olimpo pero eso no es excusa para literalmente limpiar el plato, ni con pan, ni con la lengua (no lo he visto, pero hay que decirlo por si acaso), ni con el dedo y con la servilleta. Ya se encargarán los camareros de limpiar los platos sucios. Ese gasto viene incluido en el precio, no es necesario que lo hagas tú. Si te ha gustado tanto, o pides más o vuelves al día siguiente pero que no parezca que en tu casa no te dan de comer. 


20. Los cubiertos en posición. Mientras uno come sujeta los cubiertos con las manos. Cuando uno para para beber, limpiarse con la servilleta o contar algo y gesticular, deja el cabezal del tenedor o cuchillo apoyados en los bordes del plato y cuando uno acaba los coloca dentro del plato, mirando hacia arriba, en paralelo y en el medio para indicar que ha terminado de comer. Ni tirados por la mesa, ni haciendo una equis, ni en pirámide. En el centro y en paralelo mirando hacia arriba. Aquí no hay opción.


21. El dedito asesino. Mucha gente cree, no me preguntéis por qué, que cuando uno bebe té o café en un ambiente "fino" tiene que estirar el meñique al beber de la taza. ¡Error! No es fino. Es ridículo e innecesario. Ni el té ni el café saben mejor, ni nos hace parecer educados sino todo lo contrario. No saquéis el dedito a pasear.  

22. Burro grande ande o no ande. Bien, aquí me dirijo en especial a las damas o a aquellos a quienes se les invite a comer o cenar  en un restaurante en general. En la carta puede haber manjares exquisitos y muy caros que hagan que nuestras papilas gustativas tiemblen. No obstante, si la otra persona es la que paga, pide algo que sea razonable. Ni se te ocurra pedir un bloque de foie o una lata de caviar beluga o un chuletón de buey de 30 pavos por cabeza si la otra persona se va a pedir unas chuletitas de cordero. Aquí quien paga marca la pauta. Una cosa es que sea generoso y otra muy distinta es que te aproveches de su buena fe. Sujétate y sé razonable que sino va a pensar que eres un caradura y no te va a volver a invitar.


Paloma de Grandes V.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Manual de un "Snob" (Parte I)





Queridos amigos:


Vamos a hacer un pequeño inciso en el blog para tratar un tema que realmente me preocupa y que, a riesgo de parecer snob, pija o intransigente, creo es muy importante. Algo que para muchos resulta tan evidente como decir “gracias”, “por favor” o no hurgarse la nariz o la oreja en público. Algo que, visto lo visto, no es tan obvio para algunos y que, sin embargo, es bastante básico. Hoy vamos a hablar de los modales y la etiqueta en la mesa. 


Si hay algo que nos distingue de los animales es la razón. Esa que hace que controlemos nuestros más bajos impulsos y que nos permite convivir sin matarnos los unos a los otros. La educación no es un conjunto de normas sin sentido, hechas para fastidiar, sino que su fin último es facilitar la convivencia con los demás y demostrar también al otro que somos gente civilizada y no bestias pardas a las que no se puede sacar de casa.  


Siempre he creído que los detalles son importantes porque reflejan un fondo. Una pequeña ventanita que deja entrever parte del carácter de la otra persona o de su subconsciente. La falta de modales, el no saber comportarse en una mesa, la falta de saber estar, en definitiva, pueden reflejar o dar a entender dos cosas de nosotros. Cosas que pueden, o no, ser verdad pero que actúan en nuestra contra. En primer lugar, pueden reflejar ignorancia. Esto es, que nadie (nuestros padres) nos ha enseñado cómo debemos comportarnos a la hora de comer. O, lo que es peor (ya que lo primero puede ser excusable) una absoluta indiferencia y desidia. Es decir, que sabemos que no es correcto pero nos importa un rábano. Y la razón por la que esto es un problema, o puede percibirse como tal, es que, si en algo tan nímio y gratuito (que no cuesta nada, vaya) como en la mesa no nos comportamos como es debido, a saber cómo nos comportaremos en lo demás.  


Pueden parecer chorradas o cosas sin importancia pero, no seguir estas pequeñas normas pueden significar un descarte inmisericorde en nuestro perjuicio si quien se sienta frente a nosotros en una mesa, sea a nivel profesional o amoroso, considera estas cosas importantes, así que ¡cuidado! 


Puesto que el tema da para mucho, y seguramente en los comentarios habrá quien me recuerde alguna cosa que se me haya olvidado o que me recrimine mi snobbismo rancio, esta entrada se dividirá (en principio) en dos partes. 


Ahora, sin más preámbulo, pasemos a ver la lista de pequeñas cosas que no cuesta tanto hacer o no hacer y que pueden hacer que parezcamos un marqués digno de tomar el té con la reina de Inglaterra o un cabrero salido de la estepa más profunda, con todo el respeto a nuestros queridos ganaderos caprinos. Comencemos. 


1. El orden de las cosas. Cómo vestir una mesa y dónde va cada cosa. Esto es muy sencillo. No es necesario tener una vajilla de porcelana china, ni vasos de cristal de bohemia ni cubiertos o bajoplatos de plata para ser un buen anfitrión. Cada uno recibe con lo que buenamente puede y tiene. En cuanto a la distribución: Vaso de agua encima del plato al extremo superior derecho y a la derecha de éste, el de vino. Tenedor a la izquierda del plato y cuchillo y cuchara a la derecha (en este orden, de adentro hacia afuera). Véase el gráfico de abajo. 

    Esto tiene una explicación muy sencilla. Si el tenedor está a la izquierda es porque se utiliza la mano izquierda para sujetar el cubierto. Lo mismo pasa con el cuchillo y la cuchara, que se colocan a la derecha. La cosa se puede complicar si hay más de un plato, pero para saber en qué orden utilizar los cubiertos basta con recordar esta sencilla norma: “De afuera hacia adentro”. Si tenéis dudas, mirad a los demás. No tiene más misterio. 

    La única excepción que se me ocurre para utilizar el tenedor con la mano derecha es cuando sólo se utiliza un cubierto como, por ejemplo, para comer spaghetti. En los demás casos, no. 


2. A la mesa se va vestido. No os riáis. Da igual que sea verano. Da igual que estéis en un chiringuito y que haga 40 grados a la sombra. Os ponéis una camisa, una camiseta o un pareo. Cada momento tiene su afán y cada lugar tiene su protocolo. Si el camarero no va en bañador, no hay motivo para que nosotros a la mesa vayamos medio en cueros. Será cómodo pero no es apropiado. Si el pobre camarero del chiringuito va vestido, tú te solidarizas y te pones también la camiseta. Esto es igual que en el acto de entrega de orlas de la universidad, cuando el ujier de la sala dice al empezar la ceremonia "Sentaos y cubríos". Pues eso, tápate.

3. Es de bien nacidos ser agradecidos. Cuando te invitan a una casa y el dueño se ha tirado horas cocinando para ti, hay que llevar algo. Postre, bombones, vino o flores. Si la otra persona ha sacrificado la mitad del día en pensar el menú y en hacerlo, qué menos que reconocer su esfuerzo de alguna forma. Sobretodo si no se trata de una invitación habitual. Claro está, si pretendes que te vuelvan a invitar.  

4. El "Que aproveche". Mucha gente cree que es de buena educación decir esto cuando en realidad no lo es. Y aquí sé que va a haber polémica pero lo cierto es que no es fino y resulta hasta un poco cateto. Uno empieza a comer y ya está. No son necesarios los preámbulos ni los preliminares porque (al contrario que en otros menesteres) la comida, en lugar de calentarse, se enfría al igual que la libido del otro comensal si conoce y aprecia esta norma. No obstante, esta es una norma que mucha gente no conoce y que rige en determinados ambientes en los que no todo el mundo se mueve. Ahora bien, si somos nosotros los destinatarios de esta frase, lo correcto es decir "Gracias" y no darle más importancia.  No es necesario, como he visto hacer a alguno, dejar en ridículo a quien lo decía por su falta de conocimiento. Si lo haces, el verdadero maleducado eres tú. Mejor que lo leáis aquí y penséis que estoy loca a que lo digáis y os miren como si fueráis un mono salido del zoo.
 

 5. La servilleta en el regazo. Ni atada alrededor del cuello ni enganchada a modo de babero por dentro de la camisa. No tienes 2 años ni estás comiendo potitos. ¿O también esperas que la otra persona te haga el "avioncito" con cada bocado? Si quieres comer con los mayores, compórtate como un adulto. Del mismo modo, tampoco es necesario que el otro vea la obra de arte abstracto en la que se ha convertido nuestra servilleta durante la comida, asi que mejor que no se vea.

6. Cómo coger los cubiertos. Hay gente que agarra los cubiertos con toda la mano, como si tuvieran miedo de que alguien se los fuera a quitar y esto no es correcto. Como resulta un poco complicado de explicar, os dejo un vídeo en el que se ve de forma muy clara. 


7. Zapatero a tus zapatos. Cada cubierto tiene su función. La cuchara es para las sopas, caldos, cremas y guisos con mucha salsa; el cuchillo para cortar y empujar y el tenedor para pinchar trozos o para llevarse la comida a la boca. Y esto lo preciso, aunque parezca muy obvio, porque he visto a gente comer arroz (no caldoso) con cuchara y llevarse la comida a la boca con el cuchillo. La persona en la que pienso era hija de un notario, no un obrero de la construcción, lo que demuestra que el dinero no da la educación. 

    
8. Siempre con la misma mano. Los cubiertos no deben cambiar de mano durante la comida. Esto sólo se hace en América. Si no habéis nacido o vivido allí, no tenéis excusa. No hace falta marear a la persona que se tiene en frente con un pase de manos constante. Sino hazte mago y dedícate a hacer trucos de magia. 


9. Los cubiertos van a la boca. Claro, Paloma ¿cómo vamos a comer sino? Bien, pues en esta viña del Señor yo me he encontrado gente que baja la cara al plato y que se inclina sobre el mismo como si no hubiera comido en un mes. Uno se sienta recto, coge el tenedor o la cuchara, la llena, levanta el cubierto y se lo lleva a la boca. A menos que quiera parecer un animalito del bosque.



10. Apunten… ¡Fuego! No se apunta a los demás comensales con los cubiertos y menos con un cuchillo mientras se habla. Se dejan los cubiertos apoyados en los laterales de los platos y se gesticula si se quiere. La otra persona no tiene porque sentir que la estás amenazando cada vez que le diriges la palabra.



11. El cuchillo no se chupa. Bajo ningún concepto. La comida puede estar deliciosa pero si haces esto vas a parecer un muerto de hambre y un troglodita así que NO LO HAGAS. ¡NUNCA!