Seguimos
con nuestra pequeña guía de usos y costumbres en la mesa y de educación en
general. Ese conjunto de pequeñas cosas que pueden parecer obvias pero que, a
veces, no lo son tanto, y que pueden hacernos parecer un señor de la más alta
alcurnia o un pelagatos de la más baja estofa, independientemente de nuestro
apellido o del dinero que tengamos en la cuenta del banco. Puesto que se me han
ido ocurriendo más cosas a medida que escribía, la entrada se dividirá en tres partes.
¡Vamos allá!
12. Marisco y otras excepciones al uso de
los cubiertos.
Hay determinadas ocasiones en las que comer con las manos es no sólo aceptable
sino correcto. Es el caso de la pizza, los sándwiches, los bocadillos (salvo
que sean muy grandes), las hamburguesas, kebabs y demás comida rápida. Las
alitas de pollo también son una excepción, al igual que el marisco que debe
pelarse como las gambas, langostinos, cangrejo, centollo, nécoras, carabinero,
cigala, almeja, percebe etc. PERO si queréis quedar bien, o simplemente no
tenéis confianza suficiente con vuestros comensales, por lo que más queráis, no
pidáis nada de eso en un restaurante, a menos que sepáis pelarlo o comerlo con
cubierto -esto es ya es muy pro- sin que las cáscaras o los jugos salgan
despedidos en la dirección del prójimo. Estas cosas o en familia, o entre
amigos o cuando todo el mundo coma lo mismo y vaya a pringarse igual que
nosotros, sino mejor no exponerse a ponerse perdido.
13. El "no me gusta". Esa frase tienes que
extirparla de tu vocabulario. Una vez, cuando empecé la carrera y aún no
conocía a mucha gente, hice una cena de sushi en casa. Me tiré cuatro horas
hirviendo el arroz, cortando el pescado, haciendo los rollitos y cortándolos
para que luego una de mis comensales me dijera que no le gustaba el pescado
crudo. Le acabé sirviendo un huevo frito con arroz pero no volvió a pisar mi
casa. ¿Radical? Quizás, pero si algo no te gusta hay varias opciones, según el
grado de asco que te dé el ingrediente en cuestión y que no incluye la frase "No
me gusta":
A) Dices que eres alérgico.
B) Lo apartas discretamente y te comes el resto.
C) Si es el plato lo que no te gusta, dices que
no te encuentras bien o qué estás lleno.
D) Si sabes qué se va a servir de antemano y no
te gusta, dices que no puedes ir a la cena/comida. Si realmente te apetece ir,
di que tienes un compromiso antes pero que te pasas al café o al postre y todos
contentos.
E) Realmente la opción más deseable: te callas y
te lo comes demostrando que eres una persona respetuosa y educada y que,
independientemente del plato en cuestión, valoras el esfuerzo que ha hecho la
otra persona por ti.
Siempre puedes dejar caer en una conversación posterior que determinada cosa no es lo que más te gusta para que la otra persona lo tenga en cuenta cuando te invite.
14. Tonto el último. Cuando se te invita a
comer a una casa, uno espera a que el anfitrión se siente o nos pida que nos
sentemos a la mesa. Lo mismo ocurre con empezar a comer. Uno no toca nada hasta
que la persona que te invita no coge el cubierto a menos que él te inste a
hacerlo y aún así, hay que esperar. Que por esperar dos minutos no te vas a
morir. ¡No seas ansioso!
15. Los huevos no se cortan. Uno de los platos más
ricos del mundo son, en mi opinión, unos buenos huevos fritos con patatas a lo
pobre y pimiento asado. Sencillo pero sublime. Y digo huevos porque, como decía
mi abuelo, "los huevos se toman a pares". Este manjar no se corta con
cuchillo a menos que se trate de huevos rotos que deban "romperse"
antes de servirse. Se parten con el tenedor y la yema se moja con el pan.
16. Con la boca cerrada estás más guapo. Bueno, esto lo habrá
oído todo el mundo, sobretodo en boca de sus madres, pero a algunos se les
olvida. Cuando uno está masticando tiene que hacerlo con la boca cerrada. Es
normal que durante la comida se hable, pero si se quiere decir algo y se tiene
comida en la boca, una de dos: o se la traga y luego habla o se cubre la boca
con la mano y habla. El otro no tiene porque ver lo que tenemos en la boca ni
cómo va el proceso de digestión. Además, puede salir despedido algún trozo y
que éste acabe en el ojo de la otra persona. Seguro que a más de uno esta
tontería le ha costado una buena conjuntivitis. Comer puede ser un placer pero
también un asunto peligroso.
17. Nuestro amigo el Silencio. No hay que hacer ruido
para demostrar que nos gusta la comida. No hay que sorber la sopa ni la bebida.
Ya habrá música de fondo en el restaurante. No hace falta que tú des un
concierto, lo que me lleva a otra cuestión. Puedes tener un catarro espantoso,
de esos que te dejan hecho puré. Eres humano al fin y al cabo. Una de sus
consecuencias es la congestión nasal. Esto puede hacer que nos tengamos que
sonar cada cinco minutos para no ahogarnos. Hasta aquí, todo bien. Pero, por
favor, hacedlo con el menor ruido posible. Que no parezca que hay un elefante
barritando en la sala, y mucho menos se os ocurra mirar lo que ha salido de
vuestra nariz. Ya os digo yo que oro no es. Os sonáis discretamente, dobláis el
pañuelo y os lo metéis en el bolsillo.
18. El paluego, pa’ luego. Cuando comemos es
posible que se nos quede comida entre los dientes. Cosas que pasan. Ahora bien,
si esto ocurre, hay dos opciones: Cuando uno pueda se lava los dientes o no se
hace nada, a menos, claro, que uno tenga un trozo de espinaca o de perejil
entre las paletas. En ese caso, uno se excusa, se va al cuarto de baño y se lo
quita. Nada de quitarse el trozo de carne que se te ha quedado entre las muelas
delante del otro. Ni con la servilleta, ni con el dedo ni con un palillo. Por
mucho que se llamen “mondadientes”, ¡los palillos no son para eso!
19. No rebañar el plato. Si estáis en familia o
con amigos de confianza podéis hacer barquitos de pan con la salsa pero en un
restaurante o con gente desconocida, no. La comida puede haber sido una delicia
digna de los dioses del Olimpo pero eso no es excusa para literalmente limpiar
el plato, ni con pan, ni con la lengua (no lo he visto, pero hay que decirlo
por si acaso), ni con el dedo y con la servilleta. Ya se encargarán los
camareros de limpiar los platos sucios. Ese gasto viene incluido en el precio,
no es necesario que lo hagas tú. Si te ha gustado tanto, o pides más o vuelves
al día siguiente pero que no parezca que en tu casa no te dan de comer.
20. Los cubiertos en posición. Mientras uno come
sujeta los cubiertos con las manos. Cuando uno para para beber, limpiarse con
la servilleta o contar algo y gesticular, deja el cabezal del tenedor o
cuchillo apoyados en los bordes del plato y cuando uno acaba los coloca dentro
del plato, mirando hacia arriba, en paralelo y en el medio para indicar que ha
terminado de comer. Ni tirados por la mesa, ni haciendo una equis, ni en
pirámide. En el centro y en paralelo mirando hacia arriba. Aquí no hay opción.
21. El dedito asesino. Mucha gente cree, no me
preguntéis por qué, que cuando uno bebe té o café en un ambiente
"fino" tiene que estirar el meñique al beber de la taza. ¡Error! No
es fino. Es ridículo e innecesario. Ni el té ni el café saben mejor, ni nos hace
parecer educados sino todo lo contrario. No saquéis el dedito a pasear.
22.
Burro grande ande o no ande. Bien, aquí me dirijo en especial a las damas o a
aquellos a quienes se les invite a comer o cenar en un restaurante en
general. En la carta puede haber manjares exquisitos y muy caros que hagan que
nuestras papilas gustativas tiemblen. No obstante, si la otra persona es la que
paga, pide algo que sea razonable. Ni se te ocurra pedir un bloque de foie o
una lata de caviar beluga o un chuletón de buey de 30 pavos por cabeza si la
otra persona se va a pedir unas chuletitas de cordero. Aquí quien paga marca la
pauta. Una cosa es que sea generoso y otra muy distinta es que te aproveches de
su buena fe. Sujétate y sé razonable que sino va a pensar que eres un caradura
y no te va a volver a invitar.
Paloma de Grandes V.