lunes, 20 de abril de 2015

Hagan sus apuestas señores


La vida es como una partida de naipes. Al principio de la partida se te dan unas cartas. Luego lo que hagas con ellas es cosa tuya. Robas nuevas cartas del mazo, te descartas de otras... Pero a veces ocurre que las cartas de las que te deshiciste vuelven a tus manos. ¿Coincidencia? No lo creo. Sí esa carta ha vuelto a tus manos probablemente sea porque o no le diste buen uso la primera vez o porque no pudo cumplir su función, sea la que sea. Bien para que aprendas la lección de una vez por todas si no te quedó clara o simplemente porque nunca debiste deshacerte de ella en primer lugar.

No existe el momento perfecto. El momento aparece y te toca la mano que te toca. El problema es que muchas veces ni siquiera llegamos a echar la partida. Vemos las cartas y por muy buenas que sean pensamos que la persona que tenemos delante las tiene mejores y nos levantamos de la mesa sin apostar, o apostamos siendo demasiado moderados, mientras que si nos hubiéramos arriesgado quizás habríamos salido de pobres.

Es increíble cuantísimas cosas perdemos por miedo a perder, cuando lo cierto es que tenemos mucho más que ganar. Esto ocurre sobretodo cuando en el pasado uno ha sido demasiado pródigo, apostando quizás por manos que no valían un duro. Hiciste un "all in" pero como la mano era mala te desplumaron. Cuando has tenido poco criterio y la cosa te ha salido rana luego, cuando te llega una buena mano y tienes a la suerte de tu parte, piensas que las cartas o no son tan buenas o son demasiado buenas para ser ciertas y te vas.

No obstante hay manos que merecen la pena, aunque al final de la jugada te quedes sin blanca. Hay experiencias que merecen ser vividas y gente que merece ser descubierta y sobretodo que merece que se les de la oportunidad o, por lo menos, el beneficio de la duda. Porque no todas las cartas son iguales. No es lo mismo que te toque un cinco cuando el resto de las cartas son cada una de su padre y de su madre a que caiga en tus manos la sota que necesitabas para completar tu escalera. Cada carta tiene su valor en un momento dado. La que en la mano anterior no te servía para nada puede ser en la siguiente justo la que tú necesites para completar tu juego y llevarte el gato al agua.

Lo bueno que tiene la vida es que a veces sí se puede volver atrás y volver a probar suerte. Quizás la silla siga vacía y las cartas estén aún en la mesa cuando te des cuenta de que en realidad eran una maravilla. Sí es así, siéntate y juega y que sea lo que Dios quiera. Puede que pierdas otra vez pero si ganas te podrás comprar unos bonitos zapatos nuevos y recorrer nuevos y sorprendentes caminos que de otro modo no habrías descubierto.

No hay un momento perfecto para ser feliz. El momento se presenta y o lo agarras o se escapa, y puede que para no volver. Por eso apuesta, aunque sólo te quede una ficha, porque quien no arriesga no gana y, quien sabe, puede que esa ficha te haga ganar una fortuna.

Se reparten las cartas: "Una, dos, tres, cuatro... Chico, ¡despierta! Sales tú. ¿Apuestas o te rajas?"

Paloma de Grandes V.