martes, 10 de noviembre de 2015

Cartas a mi hijo





Hijo mío,

Aunque hoy sólo existas en mi mente debo escribirte esta carta en el caso en el que algún día por fin nacieras. Una carta que, con suerte, podrás leer cuando ya seas un hombre y que pueda guiarte y acompañarte a donde quiera que vayas.

Dios quiera que tu vida sea larga y esté llena de gozo. Sin embargo, has de saber que la vida está repleta de sinsabores. No dejes que esto te aflija pues las desgracias no son ajenas a nadie y no entienden de clase o condición. No pienses por tanto que se trata de una afrenta personal y acéptalas por lo que son, pues en las penas encontramos muchas veces nuestra redención y nuestra fuerza.

Encontrarás a tu paso quienes te prometan amistad y lealtad y que no cumplan estos votos pero nunca has de devolverles su traición ni imitar su vileza. En cambio págales con tu perdón y sigue tu camino. No niegues nunca una segunda oportunidad pero rechaza siempre dar una tercera. No por orgullo ni por soberbia sino porque quién no supo honrar tu confianza por segunda vez seguramente no lo sepa hacer en lo sucesivo.

Huye de quienes te adulen sin razón, por tu riqueza o posición y desconfía de quienes solo te busquen cuando la fortuna te sonría. En cambio, sé prodigo con quienes en la debilidad y la flaqueza sostuvieron tu mano y enjugaron tus lágrimas cuando llorabas amargamente.

En las cosas importantes dí siempre la verdad aunque duela ya que hay ocasiones en las que es mejor herir de muerte que dejar que el otro se desangre en mentiras. En las que no lo son, que sean tus palabras siempre amables y si tus pensamientos no lo son, al menos sé lo suficientemente prudente como para saber cuando callar.

Trata a quien encuentres siempre con educación. Sé paciente y compasivo con los necios pues todos somos fruto de nuestro pasado y hay quienes hieren para no ser heridos de nuevo. No dejes que la falta de mesura ajena determine nunca tu proceder. Nunca tomes lo que no es tuyo, sea dinero, cosa o mujer, pues quién no respeta lo ajeno no puede esperar de los demás recato con lo que es suyo. Y recuerda que para alcanzar el bien propio no es necesario socavar el ajeno.

Ojalá encuentres a una mujer que te ame sobre todas las cosas incluso a pesar de ti mismo. Que en ella encuentres no sólo a una amante sino también a una amiga y confidente. Y cuando la encuentres, espero tengas el valor suficiente como para luchar por ella y entregarte a ella por completo, sin medias tintas, y que ella a cambio sepa perdonar tus ofensas siempre y cuando estas puedan disculparse y que encuentre entrañables tus defectos pues si has de parecerte a tu madre estos serán numerosos. Tan sólo espero que no heredes ni mi terquedad ni mi mal genio y que sí tuviera alguna virtud las tengas tú todas.

Tu madre que aún no lo es pero que te querrá siempre.

Paloma de Grandes V.

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