domingo, 12 de febrero de 2017

Con un pie en el estribo


No quiero ser ni hurí, ni mártir. Me niego a ser un recuerdo fugitivo o una camisa de las que sólo se lucen en fiestas de guardar. Rehúso ser atrezo de una obra que no es la mía. Rechazo comer las sobras de a quién se le sirve el plato lleno. No quiero ser sólo aguardiente para olvidar tragos amargos, ni que en la alegría me olvides en un rincón de la alacena. 

Reniego de esta amistad, que de amistad tiene poco más que el nombre. Y como no acepto las condiciones de tu contrato leonino, me marcho en silencio, sin hacer mucho ruido, para que al menos de esta forma no sientas que yo ya me he ido. Para que, si alguna vez me quisiste, te sea más fácil lidiar con mi ausencia y mi olvido. Un olvido forzoso. Una elección entre el diablo y este gran mar azul, al que pensé que algún día tus aguas vendrían a dar. 

Hoy decido morir de vieja antes que morir matando. Elijo el ayuno al hambre a la que tus actos me condenan. Entre una guerra sin objeto ni fin y una paz serena y muda. Esta ya no es mi guerra. La tuya ya no es mi patria. Este corazón ya no espera. Este corazón abandona esta batalla. 

No te apures, me despido. Tomo las riendas de mi montura, ahora sí, con mano firme y, enganchando el pie al estribo, sólo me queda decir: "Adiós, mi vida, adiós. Aquí se separan nuestros caminos".

Paloma de Grandes V. 

¿Quién no tiene el valor para marcharse?

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