domingo, 19 de junio de 2011

Moralejas

Cuando empecé el blog me propuse que este fuese un espacio en el que compartir las pequeñas lecciones del día a día. Lo cierto es que estos últimos tiempos estoy muy liada con la carrera y escribo más bien poco pero esta última semana ha sido muy movida e intensa en todos los sentidos. Por eso no podía dejar pasar esta ocasión para compartir muchas de las cosas que he aprendido este año. No creo que sea nada novedoso, ni pretendo aleccionaros en cómo vivir vuestras vidas sino haceros participes de estas conclusiones a las que, por desgracia, me ha costado sudor y muchas lágrimas llegar. Por lo pronto, aquí os dejo unas cuantas moralejas que he extraído de fábulas personales:

Las mejores lecciones, o cuanto menos las más útiles, se aprenden a base de palos. La letra con sangre entra dice el refrán. Es en los momentos malos cuando se ve quienes son de verdad tus amigos, quienes te quieren de veras y quienes quieren tu bien y tu felicidad. Al final, las palabras no son más que eso: palabras. No sirven de nada si no vienen respaldadas por hechos. La gente es lo que hace y no lo que dice ser.

Ofrecer amistad a quien pide amor es como dar pan a quien tiene sed. No se puede ser amigo de alguien a quien uno ha amado aunque se quiera. Tienen que pasar muchos años para que se pueda recordar al otro esbozando una sonrisa. Para recordar con cariño y no con dolor.

Hacer lo correcto no es lo más sencillo y muchas veces es lo más doloroso para uno. Decir la verdad, sabiendo que vamos a perder, o dejar marchar a la persona a la que queremos porque sabemos que no la hacemos ni podemos hacerla feliz es difícil. Hay que agarrarse los machos y coger al toro por los cuernos aunque sepamos que lo más probable es que nos corneen y que acabemos en la UVI. La honradez y valentía tienen su recompensa y aunque nos pueda aterrar, debemos hacer gala de ellas porque es lo correcto.

A veces querer no es poder, sobre todo en cosas del amor. No se puede obligar a nadie a quererte. La tecnología no ha avanzado tanto. Quizá dentro de unos años inventen unas pastillas o una pócima que haga que las personas a las que amamos nos correspondan pero hoy por hoy esto no es así. Precisamente lo bonito del amor es que no tiene explicación, ni pies ni cabeza, por mucho que un amigo mío diga que son reacciones químicas en el cerebro. Uno hace las cosas porque quiere y no porque esté obligado a hacerlas. El amor es espontáneo. No se puede forzar. No se busca. Te encuentra.

También he aprendido o más que aprendido, confirmado, que las cosas pasan porque tienen que pasar así. Ni más, ni menos. Para llegar al postre, nos tenemos que comer el primero y el segundo aunque no nos guste. Por desgracia el mundo no se para ni por nosotros, ni por nadie y lo bueno se hace esperar. Por eso cuando vives una ruptura y tus amigos te dicen que te mereces algo mejor, no es cierto. Te quieren. Es normal que lo digan. Para ellos todo será poco para ti. No se trata de que él o ella sea mejor o peor que tu, simplemente necesitas algo diferente y aquello simplemente no tenía que ser.

Todo se acaba. Todo pasa. Tanto lo bueno como lo malo. Por eso cuando uno es feliz no debe preguntarse el porqué ni pedir perdón por ello. Debe coger la felicidad a dos manos y saborearla porque seguramente si estamos distraídos pensando en la causa de nuestra suerte el momento se vaya sin que lo hayamos disfrutado.

¿Y vosotros que habéis aprendido este año?

Paloma de Grandes V.

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