jueves, 5 de julio de 2012

Campeones de Europa



Lo han vuelto a hacer. La Selección ha ganado un nuevo título añadiendo otro trofeo a nuestro haber. Ha conseguido lo imposible, y no me refiero a ganar dos Eurocopas y un mundial seguidos, sino a levantar la moral de un país deprimido y zarandeado por una crisis que parece no tener fin. 

Todos los días nos despertamos con una nueva y horripilante subida de nuestra parienta de riesgo. La semana pasada los rumores de rescate copaban los titulares de prensa y los telediarios. La tasa de paro batía su récord histórico. Parecía que todo eran desgracias y que el país estaba al borde del abismo. Apuesto a que la mitad de nuestros compatriotas tenían preparado el atadillo para abandonar el barco antes de que se hundiese por completo. Y fue entonces, cuando estos chicos nos dieron una tremenda alegría. Una victoria que no podía llegar en mejor momento. 

A mí nunca me ha emocionado el fútbol. Lo reconozco. No sé lo que es un fuera de juego ni con qué criterio de dan las tarjetas amarillas y rojas, aunque por el color de las últimas adivino que no conllevan nada bueno. Tampoco sé cómo se calcula el descuento y estoy convencida de que a los jugadores se les imparten clases de interpretación para fingir las faltas. Pero lo que sí sé es que nuestro país necesitaba un chute de autoestima. Algo que nos hiciese recobrar nuestro orgullo nacional si es que alguna vez lo hemos tenido. 

Habrá gente que vea en esto una mera evasión de la realidad. "Puesto que pan hay cada vez menos, por lo menos que haya circo." Pero lo que han conseguido estos chicos es una proeza digna de elogio, algo que solo había conseguido la amenaza de una nueva guerra fratricida en España tras la muerte del Generalísimo: el consenso. Desde Jerez hasta Gijón, desde San Sebastián hasta Lleida, en Pontevedra y Valladolid, la gente ha salido a la calle a festejar la victoria nacional sin complejos de ningún tipo. Por todas partes, en cada rincón de nuestra geografía se ha visto gente de toda clase y condición ataviada con banderas rojigualdas. Esta Selección ha conseguido que todos dejemos a un lado nuestras ideologías, sectarismos y tonterías varias para exclamar con una sola voz "viva España" y que al menos por un día lucir nuestra bandera dejase de ser cosa propia de fascistas retrógrados y nostálgicos para convertirse en una mera manifestación de patriotismo, como debe ser. 

España, ninguneada ahora por los mercados, las agencias de rating y por Bruselas, tratada como una niña sin voz ni voto en su propia casa que es Europa, da con esta victoria un golpe en la mesa demostrando no ser la desgracia que todos creen que es. El fútbol no es en este caso un juego en el que once tíos corren tras un balón. Es la demostración de un carácter y de una idiosincrasia especial. El reflejo de una España que si se esfuerza gana los partidos, que sabe apretar los dientes cuando hace falta y por la que nadie, recordémoslo, antes de 2008 daba un duro porque pasase de cuartos, al igual que ocurre ahora con nuestra deuda soberana.

Estos chicos, todos jugadores de élite y parte de los mejores clubes, tanto nacionales como extranjeros, lejos de intentar destacar sobre el resto han sabido compenetrarse de tal forma que han dejado de ser Iniestas o Xavis para convertirse en un solo cuerpo, en un solo juego, en un "tiqui taca" que nos ha llevado donde hace unos años no podíamos imaginar que estaríamos. España entera debería tomar ejemplo de estos jóvenes que a pesar de ser distintos comprendieron que el orgullo no conduce a ninguna parte y que solo la unidad hace la fuerza. 

Solo me queda darles gracias por conseguir devolvernos la ilusión y por hacer que la afirmación "yo soy español" deje de provocarnos rubor o vergüenza y en su lugar nos llene de orgullo y de alegría.

Paloma de Grandes V.

2 comentarios: