miércoles, 4 de julio de 2012

No hay mal que por bien no venga



Hay gente que se pasa la vida quejándose por todo. "No tengo dinero." "Mi trabajo es aburrido." "Mi relación es un asco." Sin embargo quejándose lo único que consiguen es entrar en un círculo vicioso del que no es fácil salir. Solo se vive una vez y ya que la vida es tan corta ¿merece realmente la pena malgastar el tiempo refunfuñando y viviendo una vida que no nos gusta? ¿Una vida condicionada por nuestros propios miedos o incluso por los deseos y expectativas de los demás? Nuestra vidas son nuestras y de nadie más. Solo nosotros habremos de cargar sobre nuestras espaldas con el peso de nuestros errores y de nuestros aciertos. Ciertamente la vida no viene con manual de instrucciones. A veces nos equivocamos. Tomamos decisiones desatinadas, decimos y hacemos cosas que no debemos pero de todo se aprende. De todo se puede extraer una lección que evite que cometamos los mismos errores en un futuro.

No debemos menospreciar los fallos ni las malas experiencias porque estas son llaves que abren puertas y que muchas veces traen consigo grandes sorpresas. Es en los momentos difíciles cuando los conocidos se convierten en grandes amigos, cuando el carácter se forja y la inteligencia se agudiza. Solo los años se encargan de curar nuestra miopía natal. Con el transcurso de la vida nuestra percepción se vuelve cada vez más diáfana. Los sentimientos suelen enturbiar las circunstancias y es solo con el paso del tiempo con el que somos capaces de ver nuestras vidas en tanto que espectadores imparciales. Quejarse es muy sencillo. Más sencillo que hacer algo en todo caso. Quizá debiésemos aprender a dejar de querer lo que tienen los demás o desear aquello de lo que no disponemos para empezar a valorar aquello que tenemos puesto que nunca se sabe cuánto tiempo nos ha de durar. Si lo que tenemos no nos gusta, cambiarlo y si creemos que merecemos algo mejor, buscarlo pues solo los necios y los mediocres se escudan en el victimismo y en la autocompasión para excusar sus propias carencias y permanecer en la cobardía.

La vida no nos priva de cosas. Nos libera de aquello que no necesitamos. Aquellas cosas que esperamos y que no acaban por llegar pueden ser una oportunidad para crecer sin distracciones, para ser aquello que debemos ser. Eso no quiere decir que no vaya a llegar ni que no seamos dignos de tales bienes sino simplemente que aun no es el momento de disfrutarlos. Todo pasa por una razón y puede que aquello que creemos que es un castigo no sea sino una pista o señal de que algo tiene que cambiar. En mi caso, la muerte me trajo de vuelta a casa. Me hizo darme cuenta de que una etapa había acabado y de que era el momento de emprender un nuevo camino. Un camino que me daba miedo recorrer y que ha resultado ser una senda florida, repleta de rosas. Con espinas, sí, pero no por ello menos hermosa.

Aunque no queramos la vida nos dispone a su antojo como a piezas de ajedrez sobre un tablero. Sin embargo somos nosotros los que debemos prever la jugada, mover nuestra ficha e jugar la partida. "El mundo es un teatro y todos debemos desempeñar nuestro papel" cantaba Elvis seguramente inspirado por Shakespeare. Todos tenemos una misión en la vida. Todos sin quererlo nos encontramos en un momento dado y en un lugar preciso para condicionar en mayor o menor medida la vida de otras personas sea en forma de atrezo, de apuntador, de protagonista o de malo malísimo del drama de turno pero en cualquier caso todos ellos son igual de indispensables para la escena.

Sí, hasta los malos tienen un papel en el mundo. Sin mal no habría un bien que lo combatiese. No habría rebeliones, ni Gandhis, ni Luther Kings ni Cristos. Si lo pensamos lo malo al final siempre es bueno ya que hace brotar en los hombres un deseo de justicia que les lleva a hacer el bien. Y si hay algo que hace bella la existencia es la esperanza en los ojos de aquellos hombres que a pesar de los pesares creen que puede existir un mundo mejor.

Paloma de Grandes V.

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