Retomamos la historia donde lo dejamos ayer: Brígida le dice a Don Juan que ha de hacer para entrar en el convento donde se encuentra Doña Inés. Una vez de vuelta en el convento, Brígida le hace entrega a Inés de una carta de Tenorio. La pobre está hecha un lío y su inexperiencia hace que tan dulces palabras surtan su efecto. La delicadeza y belleza de estos versos son innegables. No es de extrañar que Inés se quede prendada Don Juan.
INÉS: ¡Ay!, que cuanto
más la miro,
menos me atrevo a leer.
(Lee.)
«Doña Inés del alma mía.»
¡Virgen Santa, qué principio!
menos me atrevo a leer.
(Lee.)
«Doña Inés del alma mía.»
¡Virgen Santa, qué principio!
BRÍGIDA. Vendrá
en verso, y será un ripio
que traerá la poesía.
Vamos, seguid adelante.
que traerá la poesía.
Vamos, seguid adelante.
INÉS: (Lee.) «Luz de
donde el sol la toma,
hermosísima paloma
privada de libertad,
si os dignáis por estas letras
pasar vuestros lindos ojos,
no los tornéis con enojos
sin concluir, acabad.»
hermosísima paloma
privada de libertad,
si os dignáis por estas letras
pasar vuestros lindos ojos,
no los tornéis con enojos
sin concluir, acabad.»
BRÍGIDA. ¡Qué
humildad! ¡Y que finura!
¿Dónde hay mayor
rendimiento?
¿Dónde hay mayor
rendimiento?
INÉS: Brígida, no sé
qué siento.
BRIGIDA. Seguid,
seguid la lectura.
INÉS: (Lee.)
«Nuestros padres de
consuno
nuestras bodas acordaron,
porque los cielos juntaron
los destinos de los dos.
Y halagado desde entonces
con tan risueña esperanza,
mi alma, doña Inés, no alcanza
otro porvenir que vos.
De amor con ella en mi pecho
brotó una chispa ligera,
que han convertido en hoguera
tiempo y afición tenaz:
y esta llama que en mí mismo
se alimenta inextinguible,
cada día más terrible
va creciendo y más voraz.»
nuestras bodas acordaron,
porque los cielos juntaron
los destinos de los dos.
Y halagado desde entonces
con tan risueña esperanza,
mi alma, doña Inés, no alcanza
otro porvenir que vos.
De amor con ella en mi pecho
brotó una chispa ligera,
que han convertido en hoguera
tiempo y afición tenaz:
y esta llama que en mí mismo
se alimenta inextinguible,
cada día más terrible
va creciendo y más voraz.»
BRÍGIDA. Es
claro; esperar le hicieron
en vuestro amor algún día,
y hondas raíces tenía
cuando a arrancársele fueron.
Seguid.
en vuestro amor algún día,
y hondas raíces tenía
cuando a arrancársele fueron.
Seguid.
INÉS: (Lee.) «En vano
a apagarla
concurren tiempo y ausencia,
que doblando su violencia,
no hoguera ya, volcán es.
Y yo, que en medio del cráter
desamparado batallo,
suspendido en él me hallo
entre mi tumba y mi Inés.»
concurren tiempo y ausencia,
que doblando su violencia,
no hoguera ya, volcán es.
Y yo, que en medio del cráter
desamparado batallo,
suspendido en él me hallo
entre mi tumba y mi Inés.»
BRÍGIDA. ¿Lo
veis, Inés? Si ese horario
le despreciáis, al instante
le preparan el sudario.
le despreciáis, al instante
le preparan el sudario.
INÉS: Yo desfallezco.
BRÍGIDA.
Adelante.
INÉS: (Lee.)
«Inés, alma de mi alma,
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido
tender osaste el vuelo,
el diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar:
si es que a través de esos muros
el mundo apenada miras,
y por el mundo suspiras
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan
los brazos de tu don Juan.»
«Inés, alma de mi alma,
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido
tender osaste el vuelo,
el diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar:
si es que a través de esos muros
el mundo apenada miras,
y por el mundo suspiras
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan
los brazos de tu don Juan.»
(Representa.)
¿Qué es lo que me
pasa, ¡cielo!
que me estoy viendo morir?
que me estoy viendo morir?
BRÍGIDA. (Ya
tragó todo el anzuelo.)
Vamos, que está al concluir.
Vamos, que está al concluir.
INÉS: (Lee.)
«Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por ti, ¡vida mía!
y que a tus pies volaría
si le llamaras a ti.»
«Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por ti, ¡vida mía!
y que a tus pies volaría
si le llamaras a ti.»
BRÍGIDA. ¿Lo
veis? Vendría.
INÉS: ¡Vendría!
BRÍGIDA. A
postrarse a vuestros pies.
INÉS: ¿Puede?
BRÍGIDA. ¡Oh!,
sí.
INÉS: ¡Virgen María!
BRÍGIDA. Pero
acabad, doña Inés.
INÉS: (Lee.)
«Adiós, ¡oh luz de mis ojos!
Adiós, Inés de mi alma:
medita, por Dios, en calma
las palabras que aquí van:
y si odias esa clausura,
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve
por tu hermosura don Juan.»
«Adiós, ¡oh luz de mis ojos!
Adiós, Inés de mi alma:
medita, por Dios, en calma
las palabras que aquí van:
y si odias esa clausura,
que ser tu sepulcro debe,
manda, que a todo se atreve
por tu hermosura don Juan.»
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