sábado, 20 de abril de 2013

Don Juan Tenorio (III)

Bueno, llegamos al fin al famoso extracto por todos conocido o que todos debieran conocer. Tras leer la carta de Don Juan, éste aparece en su habitación e Inés se desmaya de la impresión. Don Juan decide entonces llevarla a su casa y cuando ésta despierta Brígida le explica que se produjo un fuego en el convento y que Don Juan la rescató y la trajo a su casa para asegurarse de que estuviera a salvo. Doña Inés preocupada por su padre desea marcharse pero en ese momento aparece Don Juan y después de tranquilizarla y decirle que su padre sabe que se encuentra sana y salva le dice lo siguiente:


JUAN: ¿No es cierto, ángel de amor, 
que en esta apartada orilla 
más pura la luna brilla 
y se respira mejor? 
Esta aura que vaga, llena 
de los sencillos olores 
de las campesinas flores 
que brota esa orilla amena; 
esa agua limpia y serena 
que atraviesa sin temor 
la barca del pescador 
que espera cantando el día, 
¿no es cierto, paloma mía, 
que están respirando amor? 
Esa armonía que el viento 
recoge entre esos millares 
de floridos olivares, 
que agita con manso aliento; 
ese dulcísimo acento 
con que trina el ruiseñor 
de sus copas morador, 
llamando al cercano día, 
¿no es verdad, gacela mía, 
que están respirando amor? 
Y estas palabras que están 
filtrando insensiblemente 
tu corazón, ya pendiente 
de los labios de don Juan, 
y cuyas ideas van 
inflamando en su interior 
un fuego germinador 
no encendido todavía, 
¿no es verdad, estrella mía, 
que están respirando amor? 
Y esas dos líquidas perlas 
que se desprenden tranquilas 
de tus radiantes pupilas 
convidándome a beberlas, 
evaporarse, a no verlas, 
de sí mismas al calor; 
y ese encendido color 
que en tu semblante no había, 
¿no es verdad, hermosa mía, 
que están respirando amor? 
¡Oh! Sí. bellísima Inés, 
espejo y luz de mis ojos; 
escucharme sin enojos, 
como lo haces, amor es: 
mira aquí a tus plantas, pues, 
todo el altivo rigor 
de este corazón traidor 
que rendirse no creía, 
adorando vida mía, 
la esclavitud de tu amor.
INÉS: Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!, 
que no podré resistir 
mucho tiempo sin morir, 
tan nunca sentido afán. 
¡Ah! Callad, por compasión, 
que oyéndoos, me parece 
que mi cerebro enloquece, 
y se arde mi corazón. 
¡Ah! Me habéis dado a beber 
un filtro infernal sin duda, 
que a rendiros os ayuda 
la virtud de la mujer. 
Tal vez poseéis, don Juan, 
un misterioso amuleto, 
que a vos me atrae en secreto 
como irresistible imán. 
Tal vez Satán puso en vos 
su vista fascinadora, 
su palabra seductora, 
y el amor que negó a Dios. 
¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!, 
sino caer en vuestros brazos, 
si el corazón en pedazos 
me vais robando de aquí? 
No, don Juan, en poder mío 
resistirte no está ya: 
yo voy a ti, como va 
sorbido al mar ese río. 
Tu presencia me enajena, 
tus palabras me alucinan, 
y tus ojos me fascinan, 
y tu aliento me envenena. 
¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo lo 
imploro 
de tu hidalga compasión 
o arráncame el corazón, 
o ámame, porque te adoro.
JUAN: ¡Alma mía! Esa palabra 
cambia de modo mi ser, 
que alcanzo que puede hacer 
hasta que el Edén se me abra. 
No es, doña Inés, Satanás 
quien pone este amor en mí: 
es Dios, que quiere por ti 
ganarme para él quizás 
No; el amor que hoy se atesora 
en mi corazón mortal, 
no es un amor terrenal 
como el que sentí hasta ahora; 
no es esa chispa fugaz 
que cualquier ráfaga apaga; 
es incendio que se traga 
cuanto ve, inmenso voraz. 
Desecha, pues, tu inquietud, 
bellísima doña Inés, 
porque me siento a tus pies 
capaz aún de la virtud. 
Sí; iré mi orgullo a postrar 
ante el buen comendador, 
y o habrá de darme tu amor, 
o me tendrá que matar.

Evidentemente la obra no acaba aquí. Son muchas las escenas dignas de ver y escuchar. Cómo ya dije en la primera entrada, la interpretación del montaje de TVE es magnífica. Por este motivo os dejo el vídeo de esta escena y, para los más osados u ociosos, el enlace de la obra completa. Realmente merece la pena verla entera. 



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