lunes, 25 de marzo de 2013

Los Suspiros de Luisa



- Hace tiempo que os observo señora. Os pasáis los días sentada en el alfeizar de vuestra ventana suspirando. Lo que diera yo por saber quién es el objeto de vuestros suspiros. He de reconocer que muchas veces incluso siento celos.

- No temáis. El amor por el que suspiro es un amor imposible…

- ¿Acaso os habéis enamorado de un tendero o de un criado y vuestra condición os impide disfrutar de tal pasión?

- Ojalá se tratase de un menester semejante. No señor. Aquello por lo que yo suspiro no es de este mundo.

- ¿Cómo es eso?

- El amor, querido amigo, es una ilusión. Yo creí conocerlo una vez. Creí rozarlo con los dedos. Ingenua de mí, pensé que aquello que me embargaba en ningún caso me abandonaría y que como el Reino de Dios no tendría fin. Sin embargo a mi dicha el fin llegó sin que pudiese yo preverlo o evitarlo.

- Señora, no ganáis nada lamentándoos por la pérdida de un amor fallido. Sois joven y hermosa además de culta y sensible… Dudo que os falten admiradores entre los que, por supuesto, me incluyo.

- Mi querido amigo, os equivocáis si creéis que me lamento por un amor desgraciado. Mi pesar se debe a lo que aquel fracaso me hizo ver y que el tiempo se ha encargado de corroborar.

- ¿Y qué es aquello que os hace perder la mirada a través del cristal y que aflige vuestro corazón?

- Es simple Ramiro. ¿Cómo puede esperarse que un hombre, ser mortal e imperfecto, pueda amar sin medida y de manera incondicional? El amor que yo quiero no pasa por peajes carnales. No requiere de aditivos ni de adornos. Se basa en sí mismo para nacer y crecer. De la admiración y embelese del espíritu para hacerse carne. Es un amor sincero y puro como las amapolas que humildes crecen entre las espigas de trigo transformando los campos en capas de armiño dignas de reyes y emperadores. Embriagador como el aroma del jazmín en las calurosas noches de verano. Como la primera luz que se cuela entre los visillos al alba. Un amor que transciende lo terrenal y que hace creer al más incrédulo que nada en el mundo tiene vida propia sin su presencia y que me haga creer que toda mi vida no fue más que un mero ensayo antes de que este penetrase en ella. El amor que yo espero, el amor que yo anhelo no existe.

- Vamos, vamos. No seáis tan dramática. Tanto vos como yo hemos sido testigos de la pasión juvenil durante nuestros paseos por la Alameda. Los jóvenes de hoy no se molestan en fingir siquiera y sin pudor ni recato se besan a plena luz del día y en plena calle para escándalo de las ancianas que son menos comprensivas que nosotros con el ímpetu que en ellos despierta el amor. No desesperéis. Aquello que tanto anheláis lo encontraréis. Y quizá antes de lo que esperáis.

- Puede que tengáis razón pero el amor se está retrasando en exceso y yo estoy cansada. Cansada de esperar algo que no acaba de llegar. Sólo hay una cosa que me aterra y es haber olvidado en este tiempo como se ama.

- Ja, ja, ja. Querida amiga, el amor es como montar a caballo. Nunca se olvida. No tenéis que preocuparos. Si conozco a alguien capaz de amar, esa sois vos.    

Paloma de Grandes V.      

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