- Hace tiempo que os observo señora. Os pasáis los días
sentada en el alfeizar de vuestra ventana suspirando. Lo que diera yo por saber
quién es el objeto de vuestros suspiros. He de reconocer que muchas veces
incluso siento celos.
- No temáis. El amor por el que suspiro es un amor imposible…
- ¿Acaso os habéis enamorado de un tendero o de un criado y
vuestra condición os impide disfrutar de tal pasión?
- Ojalá se tratase de un menester semejante. No señor. Aquello
por lo que yo suspiro no es de este mundo.
- ¿Cómo es eso?
- El amor, querido amigo, es una ilusión. Yo creí conocerlo
una vez. Creí rozarlo con los dedos. Ingenua de mí, pensé que aquello que me
embargaba en ningún caso me abandonaría y que como el Reino de Dios no tendría
fin. Sin embargo a mi dicha el fin llegó sin que pudiese yo preverlo o
evitarlo.
- Señora, no ganáis nada lamentándoos por la pérdida de un
amor fallido. Sois joven y hermosa además de culta y sensible… Dudo que os
falten admiradores entre los que, por supuesto, me incluyo.
- Mi querido amigo, os equivocáis si creéis que me lamento por
un amor desgraciado. Mi pesar se debe a lo que aquel fracaso me hizo ver y que
el tiempo se ha encargado de corroborar.
- ¿Y qué es aquello que os hace perder la mirada a través del
cristal y que aflige vuestro corazón?
- Es simple Ramiro. ¿Cómo puede esperarse que un hombre, ser
mortal e imperfecto, pueda amar sin medida y de manera incondicional? El amor
que yo quiero no pasa por peajes carnales. No requiere de aditivos ni de
adornos. Se basa en sí mismo para nacer y crecer. De la admiración y embelese
del espíritu para hacerse carne. Es un amor sincero y puro como las amapolas
que humildes crecen entre las espigas de trigo transformando los campos en
capas de armiño dignas de reyes y emperadores. Embriagador como el aroma del
jazmín en las calurosas noches de verano. Como la primera luz que se cuela
entre los visillos al alba. Un amor que transciende lo terrenal y que hace
creer al más incrédulo que nada en el mundo tiene vida propia sin su presencia
y que me haga creer que toda mi vida no fue más que un mero ensayo antes de que
este penetrase en ella. El amor que yo espero, el amor que yo anhelo no existe.
- Vamos, vamos. No seáis tan dramática. Tanto vos como yo hemos
sido testigos de la pasión juvenil durante nuestros paseos por la Alameda. Los
jóvenes de hoy no se molestan en fingir siquiera y sin pudor ni recato se besan
a plena luz del día y en plena calle para escándalo de las ancianas que son
menos comprensivas que nosotros con el ímpetu que en ellos despierta el amor.
No desesperéis. Aquello que tanto anheláis lo encontraréis. Y quizá antes de lo
que esperáis.
- Puede que tengáis razón pero el amor se está retrasando en
exceso y yo estoy cansada. Cansada de esperar algo que no acaba de llegar. Sólo
hay una cosa que me aterra y es haber olvidado en este tiempo como se ama.
- Ja, ja, ja. Querida amiga, el amor es como montar a caballo. Nunca se olvida. No tenéis que preocuparos. Si conozco a alguien
capaz de amar, esa sois vos.
Paloma de Grandes V.
Paloma de Grandes V.
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